jueves, 15 de mayo de 2008
Gas de alumbrado
Inventos que cambiaron el curso de la humanidad.
Antes de 1780, la química orgánica no existía y no se sabía casi nada de compuestos orgánicos como los vegetales, ni, por tanto, de la madera. La química mineral acababa de nacer, ya que en 1772 se había descubierto el nitrógeno y el fenómeno de la combustión seguía estando poco claro, pues los sabios se hallaban enredados en las teorías del flogisto. Sin embargo, en 1785, con apenas 18 años, al futuro ingeniero y químico Philippe Lebon se le ocurrió destilar madera o carbón de madera para obtener un gas que creía que se podría usar para alumbrar las calles y las casas.
Las «termolámparas»
Sus investigaciones duraron varios años y fueron muy concluyentes, ya que, a partir de 1797, comienza con sus aplicaciones prácticas. El 28 de septiembre de 1799 registra una patente para el uso del gas de madera o del carbón de madera para alumbrado y calefacción, mediante unos aparatos que denomina «termolámparas». Su invención se mantendrá durante mucho tiempo en el plano teórico, pero obtiene el suficiente renombre como para que se le invite a emplearlo para alumbrar las fiestas de la coronación imperial en 1804, año en que Lebon muere asesinado, a la edad de 35 años, en condiciones misteriosas.
Aproximadamente en la misma época, el irlandés Murdoch y el inglés Winsor (cuyo verdadero nombre era Winzler) habían tenido la misma idea y, en los años posteriores a la muerte de Lebon, Winsor consigue instalar el primer sistema de alumbrado -restringido- de gas de hulla.
Este gas es un compuesto de óxido de carbono (un 33% aproximadamente), nitrógeno (un 65 % aproximadamente) e hidrógeno. Lo que arde es el hidrógeno, como es obvio. París no se beneficiará del «gas Lebon» hasta 1829. Entretanto se inventa el mechero mariposa, que hace que la llama se despliegue en abanico y le confiere mayor luminosidad y poder de iluminación y que será perfeccionado por el alumbrado holófano, que consiste en rodear la mecha de un globo esférico y opaco para que la luz se difunda de manera homogénea, cuyo inventor es el francés Blondel en 1893, y el mechero Auer, que inventa en 1895 un austriaco del mismo nombre y que aumenta la luminosidad de la llama haciéndola pasar por una envoltura de óxido de torio.
Pero la difusión del alumbrado eléctrico, que comienza con la invención, en 1878, de la lámpara incandescente por Edison, conlleva la decadencia progresiva del alumbrado de gas de hulla.
El genio de Lebon, no obstante, sigue siendo sorprendente. Impulsado únicamente por su intuición, Lebon no sólo lleva a cabo una invención muy avanzada para la química de su tiempo, sino que imagina un sistema de alumbrado urbano y de calefacción cuyo principio se ha perpetuado hasta nuestros días, aunque evidentemente con modificaciones, entre ellas la sustitución del gas de hulla por el gas natural para la calefacción y el uso doméstico.
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